lunes, 21 de marzo de 2011

Representar a un filósofo: Hypatia de Alejandría

Buenos días, me llamo Hypatia, que significa ‘la más grande’, aunque mis amigos solían llamarme ‘la filosofa’, y soy hija de Teón, matemático de la biblioteca de Alejandría, de la cual yo fui la última directora.

La información más antigua que se tiene hoy en día sobre mí procede de la Historia Eclesiástica de Sócrates escolástico, (fue un historiador griego de la iglesia cristiana, s. IV y V) y de otros diversos autores de los siglos diez, once y doce.

Alabada por unos, insultada por otros, pero al fin y al cabo todos me reconocen mi gran mérito científico.

Nací en Alejandría, en el 370 y me asesinaron en el 415. Llevé una vida ascética (doctrina filosófica y religiosa que busca purificar el espíritu por medio de la negación de los placeres materiales).

Gracias a mi padre, fui instruida en matemáticas y astronomía, y durante mi vida viajé mucho tratando de abarcar más conocimientos. En Atenas, con Plutarco el joven y su hija y también en mi ciudad natal donde estudié en el museo, la biblioteca y en la escuela neoplatónica donde luego enseñé y de la cual me convertí en directora con tan solo 31 años.

Mi fama se extendía más allá de Alejandría y gentes de todas partes acudían a estudiar conmigo, siendo mi casa uno de los centros intelectuales más importantes de la ciudad.

Uno de mis discípulos fue Sinesio, luego convertido en obispo de Tolemais, con quien mantuve una fuerte relación de amistad. Junto con Sinesio, inventé un instrumento que permite determinar la posición de las estrellas, un astrolabio plano. También se me atribuyen inventos como la creación de un planisferio, un aparato para destilar agua, otro para medir el nivel del agua y otro para determinar la gravedad específica de los líquidos.

No os ha llegado ninguna obra escrita por mí, aunque se me atribuyen diversas. Hice algunos comentarios a los primeros seis libros de aritmética de Diofanto, que se ocupa entre otras cosas de ecuaciones de primer grado y cuadráticas. Se dice que el hecho de que esos libros hayan sobrevivido se debe a que fueron comentados y popularizados por mí.

También ayudé a mi padre, Teón, con el comentario a la sintaxis de Ptolomeo.

Maestra de toda la ciencia pagana, mi influjo fue inmenso no solo en astronomía y matemáticas, si no en medicina y filosofía. Fui defensora de la racionalidad y azote de creencias fanáticas.

Algunas de mis frases más conocidas son:

"Todas las religiones formalmente dogmáticas son falaces y no deben ser nunca aceptadas por personas que se respeten a sí mismos."

"Reserva tu derecho a pensar, pues incluso equivocarse es mejor que no pensar en absoluto."

"Enseñar supersticiones como verdades es la cosa más terrible".

En cuanto a la filosofía, al mantener una estrecha relación con escuela de Atenas, difundí las teorías de Platón y Aristóteles y unifiqué el pensamiento matemático Diofanto con el neoplatonismo de Amonio y de Plotino.

Según los neoplatónicos, el principio de todo lo existente es la unidad absoluta, lo Uno, de la que surgen todas las demás realidades.

El primer ser emanado del Uno es el Logos, llamado también Verbo, o Inteligencia, que contiene las ideas de las cosas posibles. Después, la Inteligencia engendra el Alma como idea, principio del movimiento y de la materia. El Uno, la Inteligencia y el Alma son las tres hipóstasis de la Trinidad neoplatónica.

Sócrates Escolástico me describía de esta forma: “Consiguió un grado tal de cultura que superó con mucho a todos los filósofos contemporáneos. Heredera de la escuela neoplatónica de Plotinio, explicaba todas las ciencias filosóficas a quien lo deseara. Con este motivo, quien deseaba pensar filosóficamente iba desde cualquier lugar hasta donde ella se encontraba, pero a más de saber filosofía era también una incansable trabajadora de las ciencias matemáticas”.

También fui famosa por mis cualidades como pedagoga, partidaria de la distinción entre religión y filosofía, provoqué la aversión del obispo Cirilo de Jerusalén, quien puso a todo el pueblo contra mí. Fui víctima de la rivalidad política entre el prefecto romano Orestes, gran admirador mío, y Cirilo quien quería extender la autoridad de la iglesia a áreas hasta entonces laicas. A causa de esto, fui violada y lapidada por un grupo de fanáticos cristianos en la iglesia llamada Caesarium.

Sócrates “el escolástico” cuenta así mi muerte:

“Todos los hombres la reverenciaban y la admiraban por su singular modestia e inteligencia, por eso mismo suscitaba una gran envidia y porque conversaba frecuentemente con Orestes, la gente le acusó de ser la causa que Orestes y el obispo se enemistaran. En pocas palabras, algunos fanáticos, radicales y violentos, capitaneados y guiados por un tal Pedro, rector de aquella Iglesia, le vieron en el patio cuando ella iba a trabajar, la arrancaron de su carruaje, la arrastraron a la iglesia Caesarium, la desnudaron, le arrancaron la piel y la carne armados con caracolas y conchas afiladas hasta que su alma dejó el cuerpo, descuartizaron los restos y llevaron los trozos a un lugar llamado Cinaron y allí los quemaron hasta convertirlos en cenizas”.

Desgraciadamente suele recordárseme por los detalles y el impacto social de mi vida y muerte y no por mi obra en matemáticas y filosofía.

Con mi asesinato en manos de los cristianos, se terminó la enseñanza platónica en Alejandría y en todo el Imperio Romano, pero no mataron solamente a una persona, mataron a la primera matemática y filósofa mujer de la historia, y a la más notable intelectual de mi época. Pagué con mi vida el amor a la sabiduría y a las ciencias, al no someter mis principios a una fe que no respondía a mis ideales y conocimientos, además viví en un mundo en el que las mujeres no podían hablar en las asambleas ni en los lugares de culto destinados exclusivamente a los hombres. Aun así trasgredí las normas para entregar mi gran aporte a la sociedad.


Marta Guillén, Filosofía 1º Bat X

UTOPÍAS NÓMADAS

René Schérer. Tirant lo Blanch.

Traductores: Jose Ignacio Benito Climent.

Laura Vidal Català.

Este libro es una compilación de textos sobre educación, literatura y filosofía postmoderna (o epimoderna como le gusta decir al autor). Este ensayo fue publicado en 1996 por la editorial parisina Séguier. Y publicado en la nueva Colección Pensamiento radical que edita Tirant lo Blanch.

René Schérer desarrolla el concepto de hospitalidad, basado en un cosmopolitismo, defendiendo un nomadismo sin modelo.

El nómada como aquél que tiene observaciones dispersas, indiferentes a las limitaciones, a las fronteras.

La utopía es nómada, a la cuál se opone una realidad histórica más rica. Ésta no aísla ni se aísla de lo imaginario, contradice toda arrogancia, todo dogmatismo.

Despliega el plano de una tierra reequilibrada, con igualdad de bienes y fuerzas entre naciones y regiones desigualmente provistas. No se trata de dominio sino de alianza que requiere una hospitalidad extensa, “generalizada”. El autor dice que la utopía no tiene razón de ser si lo real se basta a sí mismo.

“Hay un desequilibrio entre los “mundos”, clasificados como “tercer”, “cuarto” y pronto “quinto” mundo; entre el prodigioso avance tecnológico en el dominio espacial y de la informática y la penuria cotidiana creciente”.

El problema de nuestro tiempo es la habitación de la tierra, que se trata de pensar lo que puede llegar a ser en un futuro inmediato.

De ahí sacamos la geo-filosofía, geo-utopía: La tierra como pensable y habitable en todos los sentidos y puntos; Habitable humanamente, dicho concepto requiere la hospitalidad.

Introduce dos conceptos, la habitación y la población (no son sinónimos). Y su idea integra que la población, con espacios de libertad y circulación tanto para animales como para los pueblos nómadas, está vinculada al progreso industrial, en contra de la tierra, no la habita.

Hay entonces un acontecimiento, que sería la manifestación y el nuevo comienzo, signo de la utopía o “aspiración a lo imposible”. Lo real “tal cual en sí mismo” en esto consiste y se transforma.

Dice que el fin del Imperio será la habitación utópica. Como idea fundamental la hospitalidad de la tierra y la del hombre en su estancia.

- La utopía como “pliegue de subjetivización” (elude al sujeto y a su transcendencia), que recorre la tierra, la refleja en sí en el pensamiento, la expresa, formula “el problema” y le da sentido, de forma “humanista”: la manera en la que estamos decididos a habitar la tierra como sujetos.

- Utopías “pedagógicas” (como prefiere llamar el autor a las nuevas formas de enseñanza): Éstas han tenido la pretensión de educar al hombre, a la espera, sincera o fingida de un hombre “nuevo”, de un “mundo mejor”.

La temporalidad de la utopía sería la existencia temporal proclamada en el 68 que provocaría sobretodo la tendencia a la ocupación. De la cuál habla el autor en el capítulo Cultura.

En dicho capítulo nos habla de la función utópica de la Universidad.

Mayo del 68 fue una fecha decisiva de REVOLUCIÓN CULTURAL, que cambió el modo de ser y pensar. Un giro de la vida, de la estructura universitaria, en la forma y las modalidades de los diplomas y controles. Las relaciones entre estudiantes y profesores.

El acontecimiento: La confrontación entre la Universidad y el ambiente del momento. Que se convierte en el punto de aspiraciones de juventud.

La cultura no sólo es lo que se enseña en universidades y demás sino el modo de vida. La función propia de la Universidad es la de ser hospitalaria.

El texto con su estructura puede aceptar cualquier desafío, es necesaria la utilización del saber para el éxito.

Según Gilles Deleuze: “la utopía no es un buen concepto”.

Pero la utopía es el todo en cada instante.

Ana Mª Alvado. 1º Bat x.